jueves, 10 de marzo de 2011

La revelación de lo sagrado

(Comparto la versión editada de un texto que escribí para la materia Hermenéutica Filosófica)


En el principio fue la ignorancia: el acercamiento gradual a una disciplina artística, como lo es el teatro, trajo consigo la adquisición de un discurso; la revelación del mito, las respuestas a las preguntas primigenias de quien sólo intuye una vocación de vida, contenidas en las explicaciones e indicaciones de sus  maestros; así, durante cuatro años.
El hueco inicial se había llenado con el panteón de la literatura dramática, los directores y teóricos de la escena.
Emprendí un camino que, a primera vista, aparecía sin obstáculos y con una meta clara por alcanzar, un camino recto. Como docente o como director de escena sólo me bastaba con poner en juego el mito y el instrumental ritual que le acompaña: que si vivencial o formal, que si el género dramático, que si el estilo, que si...
La seguridad de que lo dicho y lo hecho ha sido probado en su eficacia, además, dicho sea de paso, el haber sido un estudiante exitoso, me pusieron en la cómoda situación de ser transmisor de conocimientos desde hace casi un par de décadas.
Siempre, en forma honesta (no quepa duda de ello), cuando pasaron una segunda y una tercera generación de estudiantes por mis manos, repetí con rigor la fórmula empleada con los primeros; seleccionando aquello que mejor había funcionado y añadiendo algunos elementos, nada que afectara sustancialmente la partitura de mis clases; en fin que me repetí, reconocí en mí a mis maestros y me asumí como dogmático.
Duro golpe ha sido reconocer que he pasado por una experiencia sin experiencia, reconocer que ni todo lo que sabía era único, ni cierto.
La ignorancia como madre de la interrogación y no de la respuesta es el estado que puedo reconocer en este momento de mi vida; me veo en un camino sinuoso, transitando por veredas que algunos han recorrido, pero yo no.
Veredas de “primera vez” para mí. Experimento de nuevo y vivo en la incertidumbre.  No es fácil fracturar las estructuras de pensamiento, pero han sido fracturadas (las mías). En este momento siento la necesidad de aceptar la multiplicidad de puntos de vista, de reconocer una racionalidad en cada mirada, que al fin de cuentas es una experiencia puesta en juego.
Tal vez “naturalmente” encuentre con el tiempo, el camino natural planteado por María Zambrano, el camino recibido tal vez sea una utopía deseada; en todo caso, comparto la aspiración legítima de poetizar la existencia, en una vía donde converjan el logos y el mito como revelación del ser, en un sentido ontológico y también como existencia singular. 
En el final es la búsqueda… sin fin.

2 comentarios:

  1. temo que las tareas ominosas del estudio a veces sean pared insalvable para el deleite de la mente, que se vuelve texto.

    ResponderEliminar
  2. A veces, maestra, el homo ludens logra anular al "homo dogmáticus"... es raro suceso, pero así son las epifanías.

    ResponderEliminar

Dialogar