Desde el sentido común y desde buena parte del pensamiento ilustrado, hablar de metáfora es hablar de palabras mayores; me explico, se piensa que la construcción metafórica es un don divino o un privilegio de cofrades, iniciados en crípticos laberintos del lenguaje, magos de cuya chistera brota la imagen imparafraseable, maravillosa y sorprendente, que explica y significa más que la mejor descripción posible… tal vez la metáfora es la mejor descripción posible.
Sin embargo, se equivocan. Salvo alguna objeción de Chomsky, de algún otro lingüista famoso o de mi directora de tesis (así sí me retracto). El empleo de tropos parece ser una de las modalidades más elementales, primarias e ingenuas para apropiarnos del mundo: miramos nuestro derredor y nos percatamos de que, en muchos casos, la palabra empleada para nombrar actos, cosas o atributos se fijó en la lengua, después de ser una expresión connotativa que establecía alguna relación de semejanza o contigüidad, como lo hacen la metáfora y su parentela de tropos (onomatopeyas incluidas, aunque resulte discutible la clasificación de esta figura), entre algún objeto de referencia y el ahora designado; otrora construcciones metafóricas que se fijaron en la lengua para establecer la forma ordinaria de relación entre el signo lingüístico y su referente actual. Ejemplos de estas expresiones hay por carretadas, enuncio diez, sólo por entrar en la convención decalógica:
El ojo de la cerradura (la palabra ojo es en sí misma un caligrama análogo), (y el paréntesis anterior contiene una tautología)
Los huevos estrellados
La falda de la montaña
Las patas de la mesa
La cabeza del clavo
Clavo la cabeza (sí, sí es albur)
Se me puso la carne de gallina
El aguafiestas
¡Qué víbora es!
Lavar el cerebro
Tímpano
Menisco
Grano o erupción (en la piel)
¡Upss! Me pasé de diez, `ora sí que al que le falten palabras, que le sobre una metáfora (quien quita y, a la larga, se la regresen como sustantivo).
No escribo esto como especialista en la materia, no poseo ni diez centavos de teoría lingüística; escribo desde la experiencia como padre de un chico de cuatro años.
Él, a menudo se explica lo que le resulta sorprendente, nuevo o desconocido mediante expresiones como “la luna es la lámpara de la oscuridad”; también empieza a incorporar imágenes, de manera consciente, en su habla cotidiana: hoy, por ejemplo, traje a casa una docena de coricos -panecillos hechos con maíz, de forma circular, considerados tradicionales en el Estado de Sonora-; dijo mi cochinito luego de consumir la mitad de uno: “mira papá, voy a morder el arco iris”.
Consciente de la probable comisión de ignorancia supina, concluyo con dos hipótesis: primera, la lengua nació en forma ideográfica, figurativa, metafórica, no sólo convencional; segunda, la metáfora es cosa de niños.
Nos vemos otro día, voy a echarle un ojo al cochinito, que anda solo en el porche...
ciertamente la metáfora es, o cosa de expertos o cosa de niño......o...será que los niños son más expertos?......y entonces uno se pregunta si es el aspecto lúdico el que priva a la hora de ver el mundo...de explicarlo..será que el lenguaje se queda corto?...el que tenga la mejor metáfora que tire la primera piedra.
ResponderEliminarhola yo soy el niño del autor de esto ☺☺☺☻☻
EliminarP.D. Encontré una clasificación absurda: metáforas lingûísticas y metáforas poéticas.
ResponderEliminarEncontré también autores como George Lakoff y Mark Johnson de cuyo trabajo, se infiere el valor cognitivo de la metáfora (perspectiva que sustento en esta entrada); inclusive, hay autores que, en las últimas décadas, reconocen el valor de la metáfora en la construcción de discursos científicos y filosóficos. Métáfora que es más que la analogía aristotélica, más que una comparación que permite (a manera de préstamo)nombrar lo no bautizado aún. La analogía parcial no es algo dado de manera natural ni previa, sino una construcción...
Ah, insisto, la metáfora es cosa de niños... el quiebre de los dogmas en psicología me dará la razón... jajajajajajajajaja.
ResponderEliminarY Lana, con su interrogación retórica tiene toda la razón encima:"y entonces uno se pregunta si es el aspecto lúdico el que priva a la hora de ver el mundo...de explicarlo"
La observación del mundo depende del observador.
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