viernes, 18 de febrero de 2011

Ubú presidente

(Alfred Jarry estrena Ubu Roi en 1896. Construido bajo la influencia del Simbolismo, con recursos estéticos del grotesco, Jarry diseña al protagonista, Padre Ubú, como paráfrasis del personaje Macbeth de la tragedia de Shakespeare, sólo que llevado al absurdo; establece, también, un paralelismo fársico con la anécdota original cuyo eje discursivo es el poder, especialmente el que se obtiene a partir de la traición y luego se ejerce con tiranía, torpeza y cobardía. La primera palabra que se escucha en la obra es "merdra")
Tenemos un planeta que, ya por razones antropogénicas, ya por causas ajenas a los humanos, sufre cambios, cuyos efectos amenazan las formas de vida, tal y como las conocemos hasta ahora. Desde la razón surgen tesis de desarrollo sustentable basadas en el uso racional de la energía y los recursos naturales, en oposición al principio de “libertad” para consumir la oferta irracional del mercado. Sin embargo, el fenómeno de la Globalización, con su instrumental inédito en el terreno de la tecnología y las comunicaciones, se ha consolidado sobre la base de una economía de mercado transfronteriza, que se impone sobre cualquier otra racionalidad o tradición cultural, mediante el ejercicio del poder en las formas más violentas imaginables o, en el mejor del los casos, mediante el bombardeo mediático a las culturas regionales con los nuevos mitos y el fortalecimiento de los aparatos represivos, por si acaso…
Hosni Mubarak y Muammar Kadafi, en Egipto y Libia respectivamente, son los ejemplos más notorios del momento (no los únicos).
Los Estados han perdido el rol de garantes del “Contrato Social” para operar, ahora,como correa de transmisión de los intereses generados desde un poder económico que no es ya el de las burguesías locales, aunque estas mantengan sus privilegios por el sistema de cacicazgos regionales, como socios de empresas globales o como ejecutores, en las instancias de gobierno, de las políticas civilizatorias del mundo global.
El impacto mayor de la Globalización se aprecia en la merma de soberanía, principal atributo del Estado moderno. Así, tenemos una especie de virtualidad o ilusión de gobierno bajo la figura de “Presidente” en las democracias occidentales en el fin del siglo XX y el principio del XXI. En este contexto se han engendrado jefes de gobierno otrora impensables.
Desde los tiempos de Maquiavelo, Voltaire, Rousseau y Montesquieu o de John Locke y Adam Smith, o con el perfil del político profesional gestado luego de la Segunda Guerra Mundial, figuras que nada tienen que ver con los atributos supuestos para El Príncipe encabezan los gobiernos de diferentes países.
Deudores con los grupos de poder que invirtieron en sus candidaturas, carentes de proyectos de mediano y largo plazo, carentes de competencias políticas y administrativas, carentes de formación intelectual suficiente y necesaria, son vendidos al elector como opción viable frente al desencanto por las promesas incumplidas en el pasado, empleando toda estrategia mediática posible.
Figuras presidenciales, cabezas de Estados, cuya ingerencia en la dirección económica y política de sus países es cada vez menor, parecen destinados a operar las instituciones como gestoras de la globalización en su aspecto económico mediante ls ajustes legales necesarios y como represoras de toda oposición que vaya más allá de los discursos.
Presidentes ligados con grupos de poder económico, todos con discursos populistas y promesas incumplidas, todos con anécdotas denigrantes para su investidura y proclives al autoritarismo: todos, sin ser personajes de ficción, explicables exclusivamente desde el territorio de lo absurdo y lo grotesco.
Silvio Berlusconi y Nicolas Sarkozy basten de muestra por Europa; en América por lo menos cuatro vienen a la mente en automático, más el mexicano.
Jarry no pasaría por crítico cien años después, sino como simple descriptor de la realidad del poder.
Al parecer, el perecer de los humanos es la opción más viable para salvar el planeta.
¡Merdra!

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