Hoy, mucho tiempo después de su muerte, me enteré de que quien fuera mi mejor profesor- amigo en mi paso como estudiante de la Universidad Autónoma Metropolitana, dejó de existir.
Chilango por antonomasia, pambolero, fumador empedernido, el papas fue mi generoso surtidor de tabaco "... de cajetilla suave, los otros saben a pasto" decía; grabó para mí el primer caset en mi haber de Serrat; también, gracias a él, tuve comida en días críticos, de aquellos que todo estudiante prángana, que llega de provincia al DF, conoce.
Al concluir sus clases, luego de confirmar si habíamos entendido el tema o de responder nuestras preguntas, la última palabra expresada al salir del aula era papas, de ahí su mote.
Sin embargo, sus mejores enseñanzas las recibí en el trayecto que hacíamos, casi a diario, para ir a conseguír café y luego, en su cubículo del edificio "H" donde acompañábamos la bebida con un cigarro (no estaba prohibido por ley); en este tiempo me descubría sus razonamientos sobre el incipiente neoliberalismo, los procesos de globalización y el pensamiento posmoderno, por ejemplo; lo sorprendente es que este modesto profesor, hace tres décadas, me adelantó como hipótesis lo que años más adelante sería confirmado por la realidad o publicado como teoría novedosa por plumas nacionales e internaciones reconocidas en el mercado de las ideas; recuerdo, de manera especial, su virtuosismo para interpretar (para ver, es más preciso) las metáforas en la poesía de Miguel Hernández.
Con el paso de los años, ocasionalmente llegaba yo a la universidad para saludarlo, él siempre estaba ahí, mañana y tarde, siempre amistoso y bonachón, siempre escuchando, sin ser condescendiente, a todo aquél que le hiciera una consulta o simplemente le contara sus cuitas y, como siempre, compartiendo sus saberes, sus preguntas y sus proyecciones. Investigador y docente ejemplar cuyo principal objeto de estudio fue el ser ético; su método, el de la Psicología Social y la honestidad intelectual. Jamás se vendió ni negoció prebendas, eso le trajo problemas, pero también la admiración y el respeto.
Héctor, nada de lo que pueda decir te define, así que sólo resta expresar : Descansa en paz maestro, descansa en paz amigo.
...
Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.
A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.
cuando uno realmente es tocado por algo o por alguien, la pluma se desliza suavemente y las palabras no se portan recelosas sino gozosas...
ResponderEliminarme encanta ese poema de Miguel Hernández! es la Elegía a la muerte de su amigo, si?
Ramón Sijé?..jajaja me falla la memoria...así es la juventud...
ResponderEliminarEn fecto, maestra, tiene como siempre la boca llena de razón en ambos comentarios; el nombre real del cuatacho de M.H es José Ramón Marín Gutiérrez
ResponderEliminarHola, pues yo soy Alonso Meza su hijo y me puse a buscar con su nombre en Google y mira me salió esto, que chingon leer cosas tan buenas de mi padre, has acertado en todo lo que has dicho pero nunca me imagine que le dijeran el papas jajajaja me dio mucha risa, gracias por recordarlo de esta manera.
ResponderEliminarAlonso, es agradable saber de ti; supongo que eres el niño travieso y gritón que ví un par de veces en el cubículo de Héctor. Tu padre fue para mí un gran amigo y mentor. Saludos.
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